martes, 19 de mayo de 2009

¿Usura o relación riesgo-coste?

Cualquiera que siga los informativos pudo leer la pasada semana las declaraciones del presidente de la Asociación de Trabajadores Autónomos, Lorenzo Amor, quejándose de las elevadas condiciones que bancos y cajas ponen a la financiación del segmento que defiende, calificándolas de usura.

Evidentemente, según la A.T.A., la culpa, como no puede ser de otra forma, es de la banca. ¿O quizás sea también de los clientes? Analicemos lo que ha pasado en los últimos años.

Las condiciones que se aplican a cualquier operación bancaria vienen dadas por un diferencial sobre el Euribor (principal índice de referencia para tipos de interés) más unas comisiones que se aplican según el tipo de operación que se realice. En teoría, tanto las comisiones como, sobre todo, el diferencial aplicado al Euribor tienen una relación directa con el riesgo que asume la entidad al realizar la operación. Este riesgo depende, a su vez, del tipo de operación que se vaya a realizar (a modo de ejemplo, una póliza de crédito tiene más riesgo que una linea de descuento o un préstamo hipotecario) y de la situación financiera y patrimonial del cliente, siendo el mercado quien marca esa relación riesgo-beneficio. Al menos, eso dice la teoría financiera.

Durante los años previos al estallido de la crisis se pudo observar como los diferenciales aplicados a operaciones, sobre todo a nivel de PYMES, se han ido reduciendo considerablemente, sin tener esto nada que ver con una reducción en el riesgo asumido con las entidades. Así, era curioso observar como una empresa, con un balance, un patrimonio, una base de clientes y una operativa similares podía financiarse de forma más barata en Madrid que en Valencia, por poner dos ejemplos. Incluso, si se acercaba a, por ejemplo, Asturias, los costes eran incluso inferiores a los de Madrid. Y en estas diferencias nada tenía que ver el mercado... o casi nada.

Los diferenciales aplicados hasta el estallido de la crisis tenían bastante más que ver con la oferta bancaria que existía en cada zona que con el riesgo asumido por las entidades. Así, por ejemplo, en Asturias el número de empresas era muy bajo en relación al número de sucursales bancarias que les ofertaban sus servicios, mientras que en Valencia podía darse el caso contrario, de ahí la diferencia.

Con la crisis, las entidades financieras han revisado sustancialmente al alza esos diferenciales hasta niveles que nunca vistos con el Euro. Esta revisión, dado por supuesto lo anterior, se ha realizado de forma casi indiscriminada, aunque ha afectado más a aquellas empresas que depende más del endeudamiento que de sus recursos propios.

¿Y el problema es esta subida de diferenciales? Rotundamente, no. La situación pre-crisis ha facilitado mucho dinero barato a quién no se lo “merecía”, generando un modelo de crecimiento basado en el endeudamiento. Este modelo, como se ha visto, es insostenible. El problema ha sido el juego en el que han entrado tanto entidades como clientes que ha generado una deficiente asunción de riesgos por parte de ambos agentes.

¿Y la solución? Es complicado, aunque, en mi opinión, para evitar que pueda volver a pasar esto en el futuro ( y que pase en el presente), debería de existir un control por parte del Banco de España. Así, se podría tomar como referencia las empresas que realizan emisiones de renta fija. Estas emisiones se realizan con un diferencial en función del riesgo que el mercado percibe de estas empresas. Asumiendo una serie de ratios de referencia, la situación de estas empresas podría extrapolarse a las operaciones de PYMES, aplicando el BdE una banda de diferenciales, a la que se podría añadir “bonificaciones” en función de las garantías que se aportasen. Esto, a parte de generar una selección natural, podría favorecer el des-maquillaje de cuentas que se realiza para un menor pago de impuestos, ya que ese maquillaje generaría un mayor coste de financiación.

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